martes, 7 de febrero de 2012

Amor al cómic

"Joe suspiró. Aunque todo el mundo los veía como basura-incluso Sammy Clay, que había pasado la mayor parte de su vida haciéndolos y vendiéndolos-, Joe amaba sus cómics: por su separación de colores tosca, por su papel mal cortado, sus anuncios de rifles de aire comprimido y de clases de baile y de cremas antiacné, por el olor a sótano que despedían los más viejos, los que habían estado guardados durante los viajes de Joe. Por encima de todo, los amaba por los dibujos y las historias que contenían, por las inspiraciones y elucubraciones de quinientos niños mayores soñando durante quince años con todas sus fuerzas, convirtiendo sus inseguridades y engaños, sus educaciones públicas y sus perversiones sexuales, en algo que solamente la sociedad más cegata podía negar que se trataba de arte. Los cómics habían mantenido su cordura durante su estancia en el pabellón psiquiátrico de Guantánamo. Durante todo el otoño y el invierno siguientes a su regreso al continente, que Joe había pasado temblando en una cabaña alquilada en Chincoteague, Virginia, con el viento filtrándose por las rendijas de los tablones, medio intoxicado por el olor a pelo quemado de una vieja estufa eléctrica, lo único que le había ayudado a vencer de una vez por todas la necesidad de morfina con que había vuelto del Polo fueron diez mil cigarrillos Old Gold y un montón de Aventuras del Capitán Marvel(incluyendo la increíble lucha épica de veinticuatro meses entre el Capitán y una oruga telepática empeñada en conquistar el mundo lamada Señor Mente).

Después de perder a su madre, su padre, su hermano y su abuelo, a los amigos y rivales de su juventud, a su querido maestro Bernard Kornblum, su ciudad, su historia-su hogar-, a Joe le parecía que la acusación habitual que se hacía a los cómics, el hecho de que ofrecían una simple evasión fácil de la realidad, era en realidad un poderoso argumento a su favor. A lo largo de su vida se había escapado de cuerdas, cadenas, cajones, sacos y cajas, de esposas y grilletes, de países y regímenes, de los brazos de una mujer que lo amaba, de un avión estrellado y de la adicción al opio y de todo un continente helado decidido a acabar con su vida. La evasión de la realidad era, en su opinión-sobre todo después de la guerra-, un desafío que valía la pena. Durante el resto de su vida recordaría la media hora de paz que había pasado leyendo un ejemplar de Betty y Veronica encontrado en los lavabos de una estación de servicio: tumbado con el cómic a los pies de un abeto, en un bosque iluminado por los rayos sesgados del sol a las afueras de Medford, Oregón, completamente absorto en aquel mundo de colores primarios lleno de chistes malos, trazos gruesos de tinta, farsa shakespeariana y del misterio profundo, casi oriental, de las dos chicas-diosas de cintura de avispa y dientes grandes, siempre enredadas en su amistad teñida de animadversión. En aquella época lo acompañaba siempre el dolor de su pérdida-aunque nunca habría hablado de ella en esos términos-, como una bola fría y lisa alojada en su pecho, justo debajo del esternón. Durante aquella media hora pasada a la sombra de los pinos de Oregón, leyendo Betty y Veronica, la bola de hielo se había derretido sin que él se diera cuenta. Aquello sí que era magia, no los engaños del tipo con sombrero de copa que hace desaparecer cartas, ni los trucos arriesgados y brutales del escapista, sino la magia genuina del arte. El hecho de que semejante hazaña de evasión, nada fácil de ejecutar, tuviera que soportar un desprecio tan universal era una señal de lo hecho polvo y arruinado que estaba aquel mundo- la realidad- que se había tragado su hogar y a su familia."



MICHAEL CHABON

3 comentarios:

Etrigan dijo...

Una joya esta novela. Disfruté muchísimo leyendo pasajes como éste.

Mo Sweat dijo...

Mira lo que he visto en el blog de Carlos:

http://gothamnewszine.blogspot.com/2012/02/se-publica-art-of-george-perez.html

Jaime Sirvent dijo...

Etrigan, totalmente de acuerdo, a mí me pasó igual, y este pasaje me emocionó mucho.

Mo, lo he visto al mediodía, se me han puesto los dientes largos.

Saludos a los dos.